4º Domingo de Cuaresma

Seguimos caminado con Jesús. El caminar con Jesús nos cura (descarga) de nuestras cegueras y su luz nos devuelve la vista para seguir caminado hacia la Pascua. Ánimo. Ya queda menos.


Reflexiones del día (22/3/2020)

Hace un mes que celebrábamos en Gamonal la XX Semana Arciprestal; se nos recordaba, a través de 3 pasajes evangélicos, que el encuentro personal con Cristo debe estar en las raíces de nuestra fe.

El evangelio de este domingo nos pone delante otro encuentro con Jesús, el precioso relato de la curación de un ciego de nacimiento, que narra Juan, y que nos deja varios mensajes:

Creemos que podemos juzgarlo todo y a todos. Olvidándonos del consejo de Jesús: “No juzguéis, y no seréis juzgados…” (Mt 7, 1) decidimos quién es bueno y quién no lo es, quién obra bien y quién actúa mal; y todo en función de nuestro interés o de la “apariencia” de los demás, como le pasa al ciego del evangelio, que es juzgado por todos, incluso por los propios discípulos de Jesús; sólo Jesús mira más allá de las apariencias, se fija en la persona.

En estos tiempos difíciles que nos toca vivir, podemos caer en la tentación de juzgar hasta al mismo Dios: “¿Por qué Dios permite esta pandemia?” Incluso habrá quien piense que todo esto es porque Dios nos quiere castigar, como le dicen al ciego del evangelio, por nuestros pecados. Además de pretender juzgar a Dios, y utilizarle a nuestra conveniencia, se nos olvida que Él siempre comparte nuestra historia, sobre todo cuando nos toca sufrir; también Jesús sufrió esta “soledad” en la cruz, aun sabiendo que el Padre estaba junto a él.

El encuentro con Jesús cambió la vida del ciego de nacimiento; por fin, va a poder tener una vida digna, sin tener que avergonzarse. Pero no va a ser tan fácil como él suponía: ahí están los dirigentes religiosos que le van a poner todo tipo de trabas para reincorporarse a la comunidad, a la sinagoga, hasta el punto de que Jesús tiene que ir en su rescate.

Los fariseos, que creen saberlo todo, imponen “su” verdad: «Nosotros sabemos que a Moisés le habló Dios». «Sabemos que ese hombre que te ha curado no guarda el sábado». «Sabemos que es pecador» Educadores, catequistas, predicadores… corren el riesgo de “imponer” sus ideas, su doctrina: “¿Tú nos vas a dar lecciones a nosotros?” Pero hoy, como entonces, Jesús viene al encuentro de aquellos que no son acogidos oficialmente por la religión o que son excluidos.

La Iglesia no necesita hoy predicadores que llenen las iglesias de palabras que defiendan «verdades» con lenguaje tejido de tópicos y frases hechas; más bien se necesitan testigos que contagien, aunque sea de manera humilde, su pequeña experiencia del evangelio; “Fray ejemplo es el mejor predicador”. Necesitamos creyentes de verdad, sensibles a los problemas de la gente, capaces de escuchar y acompañar con respeto a tantos hombres y mujeres que sufren.